lunes, 7 de abril de 2008

doña Orvelina...



En octubre de 1998, Mitch entró en escena. Fue uno de los huracanes más poderosos y mortales que se han visto en la era moderna, con una velocidad máxima de vientos sostenidos de 290 km/h. Afectó de lleno al norte de Nicaragua y en concreto a Posoltega.
Por entonces, yo tenía 25 años. Después de varios días analizando la situación en la zona y comprobar que la ayuda española no llegaba a los afectados por la tragedia, llegué hasta un pequeño pueblo llamado Posoltega donde conocí a una familia que mientras viva llevaré en el corazón: doña Orvelina fue como una madre y sus hijos, auténticos periodistas de raza que me ayudaron en todo lo que pudieron. Me acomodaron en su casa, en mitad de un rastro de muerte y desolación donde los más jóvenes de aquel pueblo, sin luz y agua potable, desenterraban los cadáveros de sus vecinos y amigos, sepultados por el barro caliente de aquel volcán dormido llamado Casitas. Después de tantos años, los medios de comunicación no hemos regresado para informar sobre la situación de cientos de niños que se quedaron huérfanos. Algún día lo haré. Espero que no sea demasiado tarde...

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